En un acto destinado a recordar que un día Guillermo no sólo será rey, sino también jefe de la Iglesia Anglicana, el capellán de la abadía, el reverendo Martin Hume, inició ayer un rito que consiste en rezar, una vez por hora y hasta que se concreten las nupcias, una oración rogativa por la felicidad de la pareja.
Estos rezos se realizarán, a partir de hoy, a puertas cerradas, porque la milenaria abadía será escenario de una serie de grandes "ensayos generales" destinados a ajustar detalles técnicos como el volumen de la música y la intensidad de las luces. Es probable que la joven pareja asista a una de estas pruebas.
El deán de la abadía, el very reverend (reverendísimo) John Hall, a cargo de conducir las nupcias y de recibir a la novia cuando descienda del Rolls Royce Phantom VI que la conducirá desde el hotel Goring, dijo todavía no sabe cómo le dará la bienvenida.
"No estoy seguro de qué es lo más adecuado decir en estas ocasiones. Supongo que debería decirle una broma o dos para tranquilizarla. Pero no creo que haga falta. Me parece que simplemente le recordaré que todos los invitados son gente que está encantada de verla", confesó.
Anoche comenzaron a llegar las primeras flores que adornarán los altares, bancos y pasillos del histórico templo: cerca de 2000 azaleas (símbolo de la femineidad), lilas blancas (que representan al "primer amor"), así como rododendros y glicinas.
"El simbolismo del lenguaje de las flores es algo que Kate tuvo mucho en cuenta en el momento de emprender la selección", aseguró Shane Connolly, a cargo de la "dirección floral" de la boda.
La mayoría de las plantas son originarias de los jardines del castillo de Windsor. Dos árboles, incluido un arce inglés de seis metros de altura proveniente de Highgrove, la residencia privada del príncipe Carlos en el condado de Gloucestershire, formarán también parte de la decoración.
En concreto, habrá una avenida de árboles que flanqueará el pasillo hacia el altar, basada más en cultivar que en cortar, cumpliendo los deseos de la novia de que los arreglos florales sean sostenibles.
Diseñador secreto
De lo que Connolly no quiso decir una sola palabra es sobre el ramo de novia, uno de los muchos secretos que caracterizan esta boda.
Quizás el más grande es el que atañe al vestido de novia. Se asegura que Kate encargó tres vestidos, de modo que ni siquiera los diseñadores sepan hasta último momento quién fue el agraciado.
También se dice que ella misma, aplicando conocimientos adquiridos durante su licenciatura en arte en la Universidad de St. Andrews, realizó un boceto del traje.
Esta es la primera boda real en la que no se revela por adelantado la identidad del diseñador. En 1981, se supo con tres semanas de anticipación que dos jóvenes creadores, Elizabeth y David Emanuel, se encargarían de vestir a Diana Spencer.
La curiosidad es mayor porque las expectativas son altas: el vestido debe ser elegante, pero sin llegar a ser opulento (el ajuste económico no lo permite); moderno, pero al mismo tiempo tradicional; seductor, pero no demasiado sexy.
Ante todo, debe ser el gran símbolo de la transformación de la "Cenicienta" Kate en la princesa Catherine.
Lo que se da casi por descartado es que el diseñador (o realizador, de ser cierta la versión del boceto realizado por la novia) será británico.
A Kate puede que le guste calzarse la ropa de la brasileña Danielle Helayel, autora del vestido azul que lució en su compromiso, pero elegir a una figura extranjera sería considerado aquí un insulto a la industria de la moda local. Especialmente ahora que hasta Michelle Obama luce diseños británicos.
Los nombres que suenan con más insistencia son los de Bruce Oldfield, Alice Temperley, Sarah Burton (de la marca Alexander McQueen) y Sophie Cranston.
La menos conocida del grupo es Cranston, una creadora de 34 años, propietaria de una de las tiendas en el barrio de Chelsea donde a Kate se la vio hace unos pocos días haciendo unas supuestamente furtivas compras.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/
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